20 de diciembre de 2017

MI TÍO JACINTO
(Esp-It) Chamartin / Falco Film / ENIC, 1956. 97 min. BN.
Pr Ej: Vicente Sempere. G: Andrés Laszlo, José Santugini, Max Korner, Gian Luigi Rondi y Ladislao Vajda. Ft: Enrique Guerner (Heinrich Gärtner). Mt: Julio Peña. DA: Antonio Simont. Ms: Roman Vlad. Dr: Ladislao Vajda.
Int: Pablito Calvo, Antonio Vico, Paolo Stoppa, Walter Chiari, José Marco Davó, José Isbert, Miguel Gila, Juan Calvo, Carlo Campanini, Julio Sanjuán, Mariano Azaña, Pastora Peña, Adriano Domínguez, Rafael Bardem, Luis Sánchez Polack, Joaquín Portillo, Pedro Porcel, José María Lado, José Calvo, Jesús Colomer.
Este es Pepote (Pablito Calvo), un niño huérfano de siete años en el Madrid de los años cincuenta.
...y este es su tío Jacinto (Antonio Vico) a cuyo cargo (mal)vive el pequeño Pepote.
Jacinto es un torero fracasado entrado en años y viviendo una existencia miserable. Aún así aparecen efímeros momentos de alegría para estos dos seres.
Un comprensivo inspector de policía (José Marco Davó) le da algún consejo a Jacinto.
En la taberna que frecuenta su tío, Pepote cuenta las escasas monedas ganadas ese día.
Pepote es un niño como los demás y necesita jugar con otros chavales.
En un descampado del barrio, Pepote, el pequeño de la pandilla, es utilizado por sus compañeros como "toro" para sus juegos taurinos.
Paco (Miguel Gila) es un individuo que trapichea en el Rastro madrileño y pretende utilizar a Pepote a espaldas de su tío como gancho para los incautos a los que pretende timar.
SINOPSIS: En el Madrid de los años cincuenta, un ex-torero fracasado y amargado, a cargo de un sobrino de siete años, tiene la oportunidad de torear en la parte "seria" de una charlotada, pero ha de buscar desesperadamente el dinero necesario para alquilar el traje de luces. Por este motivo el niño y él se verán en situaciones angustiosas.
Jacinto tiene una oferta para una corrida/charlotada en la que él torearía un novillo. El problema es que no tiene traje de luces para el evento ni dinero para alquilarlo.
Para Jacinto esta oferta representa una pequeña oportunidad de volver al ruedo y sobre todo, la posibilidad de ganar unos duros que alivien su precariedad económica.
El pequeño Pepote logra colarse en la plaza de toros para ver torear a su tío que trabajosamente ha conseguido el traje de luces que un ropavejero le ha fiado a cuenta de lo que le paguen por su intervención en la corrida.
Su lamentable intervención en el espectáculo cómico-taurino se ve saboteada, además, por una repentina lluvia que arruina definitivamente la faena.
En pleno diluvio el empleado del ropavejero (Luis Sánchez Polack) "protege" de las inclemencias del tiempo el artículo que su jefe ha alquilado al pobre Jacinto.
Escampada la lluvia, cuando Jacinto sale de la plaza e ignorando que su sobrino ha presenciado la desastrosa faena taurina de su tío, le miente piadosamente explicándole que ha tenido una tarde gloriosa con el novillo.
Tras la última "estocada" de Jacinto (su paraguas clavado en el tronco de un árbol), ambos, tío y sobrino, se alejan perdiéndose en la oscuridad de una ciudad para ellos inclemente.
COMENTARIO: Ladislao Vajda, realizador de origen húngaro afincado en España tras haber recalado en la cinemato­grafía inglesa, fue un excelente profesional con gran capacidad técnica y una intuitiva sabiduría para colocar la cámara y crear atmósferas. En el desanimante panorama español de los años cincuenta, Vajda hizo de todo, pero siempre con dignidad y, en ocasiones, grandes dosis de talento, figurando en su filmografía piezas tan interesantes como “CARNE DE HORCA”, “TARDE DE TOROS” y la que sin duda es su obra maestra, “EL CEBO” (preferiblemente en su versión internacional). En cualquier caso, su película más famosa fue “MARCELINO PAN Y VINO”, uno de los hitos comerciales de la época (y de muchas épocas). Por ello, tratando de rentabilizar aquel éxito volvieron a reunir a Vajda con el pequeño Pablito Calvo en dos títulos más, “MI TÍO JACINTO” y al año siguiente, “UN ÁNGEL PASÓ POR BROOKLYN”. 
Un ejemplo hasta cierto punto insólito por lo poco frecuente en el cine español de aquellos años es la que ahora nos ocupa, una cinta que pretendía, en un registro narrativo cercano al neorrealismo italiano, una aproximación a las cotidianas miserias de estratos sociales normalmente obviados o tintados de ternurismo falsificante en su presentación. Aquí a nadie se le aparece la Virgen ni confía la solución de sus penurías al Cristo de Medinaceli, o corriendo bajo la lluvia hasta la basílica de San Francisco el Grande; aquí los personajes se limitan a sobrevivir entre la basura formando ellos parte de esa basura de la que, no obstante, quieren salir sin conseguirlo.
Por lo tanto, esas obligadas premisas, ese barniz barato de costumbrismo zarzuelero paternalista y retrógado que neutralizaba el discurso (cuando lo había) de la mayor parte de las películas “sociales” de entonces, Vajda consigue decaparlo en buena medida mediante la contracorriente que establece su "sequedad" expositiva (debemos incluir también en este apartado tanto el físico como la aspereza interpretativa del gran Antonio Vico) en una puesta en escena de ejemplar solidez. Y si a pesar de los ocasionales ramalazos de inmisericorde crudeza expositiva que salpican la película, ésta no alcanza las cotas de sordidez que encerraba la historia, no debemos perder de vista que estamos hablando de un producto que se acogía a ese subgénero llamado “película con niño”. Un niño que lógicamente no puede suicidarse como ocurría en “ALEMANIA, AÑO CERO” de Rossellini.
Entre los aledaños del Rastro y la Plaza de toros, la película nos muestra un Madrid miserabilizado que un angélico Pablito Calvo recorre como observador inocente. Y así discurre esta crónica cargada con una buena dosis de lucidez y por lo tanto de crueldad –aunque con un atisbo de esperanza porque en su conclusión defiende algo por encima de situaciones económicas o sociales: la búsqueda de la dignidad perdida– que describe un país degradado y ensombrecido, un país de timadores, de hambrientos, de explotadores... Las excrecencias de una larga posguerra.

29 de noviembre de 2017

EL CID (El Cid)
(It-Esp-USA) Samuel Bronston / Dear Film, 1961. 188 min. Color. Super Technirama 70.
Pr: Samuel Bronston, Jaime Prades y Michael Waszynski. G: Fredric M. Frank y Philip Yordan. Ft: Robert Krasker y Manuel Berenguer. Mt: Robert Lawrence. DP y Vest: Veniero Colasanti y John Moore. Son: Jack Solomon. Dr 2ª Unidad: Yakima Canutt. Ms: Miklos Rozsa. Dr: Anthony Mann.
Int: Charlton Heston, Sophia Loren, Raf Vallone, Genevieve Page, John Fraser, Gary Raymond, Hurd Hartfield, Massimo Serato, Herbert Lom, Frank Thring, Michael Hordern, Douglas Wilmer, Tullio Carminati, Ralph Truman, Andrew Cruickshank, Gerard Tichy, Carlo Giustini, Fausto Tozzi, Christopher Rhodes, Virgilio Teixeira.
Este es Rodrigo Díaz de Vivar (Charlton Heston), noble caballero castellano incansable batallador al frente de su propia mesnada.
Vencido en batalla, el líder árabe Moutamin (Douglas Wilmer) jura lealtad a Rodrigo al que admira ("Qué gran vasallo si tuviera gran señor").
El Cid al abrigo y el calor del hogar.
La bella Jimena (Sophia Loren), enamorada de Rodrigo, siempre condenada a esperar el regreso del guerrero, ahora por fin lo tiene a su lado.
Don Diego (Michael Hordern), padre de Rodrigo, defiende el honor de su hijo frente a las acusaciones de traición de que es objeto en la Corte. En esta imagen le flanquean sus fieles amigos Bermúdez (Carlo Giustini) y Fáñez (Massimo Serato). 
En ese litigio, el Conde de Gormaz (Andrew Cruickshank), padre de Jimena, terminará enfrentándose a El Cid por un quítame allá ese orgullo. El enfrentamiento a espada causará la muerte del primero.
Sobre la tumba de su padre, Jimena, mujer escindida que ha jurado vengar su muerte, tendrá que aparcar por ahora el amor que profesa a Rodrigo.
Dos hermanos con una relación muy peculiar: Alfonso (John Fraser) y Urraca (Genevieve Page). Él, débil y ambicioso; ella, astuta, intrigante y manipuladora.
Urraca y Jimena, dos mujeres frente a frente.
Tras el asesinato de su hermano Sancho (Gary Raymond), Alfonso, respaldado por su hermana Urraca,  se convierte en rey de León, Galicia y Castilla.
Una exuberante Jimena, piensa ¿en qué? y sonríe.
La relación de Rodrigo y Jimena sufrirá el sabotaje de los acontecimientos que rodean a la pareja.
Un romántico remanso para los enamorados.
SINOPSIS: Las hazañas semilegendarias del guerrero español del siglo XI, que sirviera lealmente al rey Alfonso VI después de obligarle a jurar que no había tomado parte en el asesinato de su hermano Sancho. Casado con Jimena, luchó contra los árabes, conquistando finalmente la ciudad de Valencia.
Un suntuoso aposento para una dama sola. De nuevo la ausencia del guerrero.
Una vez más, Jimena. La belleza de Sophia Loren en todo su esplendor.
 En Santa Gadea, El Cid obliga al rey Alfonso a jurar sobre la Biblia que no tuvo nada que ver con la muerte de su hermano Sancho.
Esta regia humillación no le será perdonada a nuestro legendario héroe.
Una imagen muy medieval: a caballo y con lanza, el caballero se dispone a enfrentarse a su oponente en una justa. En este caso, a quién le corresponde el gobierno en disputa de la ciudad de Calahorra.
El casorio de Rodrigo con Jimena. Ella no está en la mejor disposición tras la muerte de su padre a manos del hombre con el que está contrayendo matrimonio.
Tras la ceremonia, lo cierto es que la noche de bodas no promete buenas vibraciones.
...o tal vez sí? En todo caso, se trata de una foto promocional.
Tras ser desterrado por el rey, Rodrigo y su esposa Jimena, ya reconciliados, pasan la noche en un pajar mientras hacen planes de futuro.
Es lo que tienen los hombres con un férreo código moral, que sacrifican su bienestar
y se ven obligados a abandonar el calor del hogar para dirimir batallas por causas
que creen justas.
Aquí tenemos a nuestro héroe reflexionando en lo alto de la almena.
Las huellas de mil batallas en el rostro de El Cid..
Regresando del campo de batalla para rendir cuentas.
El Cid -Campeador al frente de sus huestes dispuesto preparado para reconquistar la ciudad de Valencia gobernada por el moro Al-Qadir (Frank Thring).
Una flecha sarracena ha atravesado el pecho de El Cid. Su esposa y sus fieles amigos Bermúdez y Moutamin velan la agonía del héroe.
La legendaria última batalla del Cid Campeador. Ya muerto, es amarrado por sus generales a la grupa de su caballo Babieca para que galope al frente de las tropas infundiendo un miedo reverencial entre las huestes del enemigo que huye creyéndole inmortal.
COMENTARIO: Anthony Mann, tras ser despedido del rodaje de “ESPARTACO” (en la que no obstante se conservaron las escenas rodadas por él), fue contratado por Samuel Bronston, un quimérico productor independiente que por aquel tiempo quiso construir su propio Hollywood en España, para rodar en nuestro país “EL CID”, una ambiciosa superproducción de carácter histórico en torno a la figura legendaria de Rodrigo Díaz de Vivar.
Mann se acercó a este personaje como lo hacía con algunos héroes de sus westerns, con respeto y delicadeza y con ese afán de descubrirnos sus conflictos y dilemas que emanan de un código moral que no los hace libres; hombres que buscan el sosiego, el remanso del hogar, pero que se ven atrapados por las circunstancias y arrastrados a una vida itinerante marcada por la violencia ineludible. El resultado fue una narración épica cuyo diseño y estructura puede recordarnos a la de "CIMARRÓN" un bello y ambicioso western epopéyico rodado por Mann inmediatamente antes del film que ahora nos ocupa, con el que guarda numerosas concomitancias que en cierto modo unen a Rodrigo Díaz con el Yancey Cravat de aquella. A la vez, también es necesario destacar el paralelismo en trayectoria inversa de las mujeres que acompañan a Rodrigo y Yancey. Por ejemplo, mientras que Jimena, desde el resentimiento que generó en ella el considerarle responsable de la muerte de su padre, a medida que comprende las premisas morales de ese hombre, efectúa un gradual acercamiento a él. Sabra, por el contrario, es ese proceso de conocimiento el que –incapaz ella de asumir la quijotesca grandeza de su marido– la aleja de él hasta perderle.
Centrándonos en las virtudes de “EL CID”, ya desde el principio, en esa ejemplar secuencia que nos presenta a Rodrigo Díaz rescatando de entre las ruinas humeantes de una ermita un gran Cristo románico de madera y cargándolo sobre sus hombros, sabemos que ese hombre en su trayectoria está destinado a llevar el peso de una gran responsabilidad y arrostrar duras pruebas derivadas de su recto proceder (honor, lealtad, responsabilidad). Pocas veces hemos contemplado en una pantalla la descripción previa de un personaje de manera tan sabia, sintética y bella. Todo lo que veremos a continuación es la esplendorosa puesta en escena de un maestro que sin dejar de respetar algunas reglas inherentes al proyecto que no podía saltarse y partiendo de un guión soberbio con muchos mimbres hábilmente entrelazados, consiguió la que considero una película perfecta en su estructura, ejemplo de ritmo y brío narrativo, que combina equilibradamente espectacularidad y lirismo en esos hermosos remansos de los que podrían ser ejemplo las breves y siempre interrumpidas escenas íntimas entre Rodrigo y Jimena. Ninguna importancia tienen (para el que suscribe) algunos desajustes con la "Historia" porque, ¿a quién le importan esos detalles inútiles para el cine si el resultado es tan brillante?
En cuanto al espléndido reparto con el que cuenta la película, cabe destacar el retrato épico y a la vez cálidamente humano que de su personaje consigue Charlton Heston, así como la matizada composición de Genevieve Page como la intrigante e incestuosa Doña Urraca. Por cierto, una curiosidad para la Historia: el papel de Doña Jimena le fue ofrecido en principio a Sara Montiel (por aquellos días aún era la esposa de Anthony Mann) pero nuestra Saritísima finalmente rehusó participar en la película porque pretendía insensatamente que su nombre fuera por delante del de Charlton Heston. En fin, cosas.

27 de octubre de 2017

HISTORIAS DE FILADELFIA (The Philaderphia Story)
(USA) MGM, 1940. 112 min. BN.
Pr: Joseph L. Mankiewicz. G: Donald Ogden Stewart, basado en la obra de Philip Barry. Ft: Joseph Ruttenberg. Mt: Frank Sullivan. DA: Cedric Gibbons y Wade B. Rubottom. Vest: Adrian. Ms: Franz Waxman. Dr: George Cukor.
Int: Cary Grant, Katharine Hepburn, James Stewart, Ruth Hussey, John Howard, Roland Young, John Halliday, Virginia Weidler, Mary Nash, Henry Daniell, Rex Evans.
Entre complacida y dudosa, Tracy Lord (Katharine Hepburn) juega con tres opciones...
Ahora son ellos quienes señalan a la dama mientras sopesan sus posibilidades.
Una juguetona Tracy descansa en el regazo de C.K. Dexter Haven (Cary Grant), Macaulay Connor (James Stewart) y George Kittredge (John Howard), con aire de querer quedarse con los tres.
El calculado cinismo de C.K. midiendo el efecto de la impulsiva ingenuidad de Macaulay en sus avances sobre una escindida Tracy.

Elizabeth (Ruth Hussey) y el enamoradizo Macaulay son dos periodistas infiltrados en la mansión de los Lord con el encargo de hacer un reportaje sobre la boda de Tracy para una revista del corazón.
Dinah Lord (Virginia Weidler) es la incisiva hermana pequeña de Tracy y Margaret (Mary Nash) es la madre de ambas. Ahí tenemos a las tres repasando la lista de invitados.
Elizabeth está sentimentalmente interesada por Macaulay pero ahora éste parece tener ojos solo para Tracy. Las cosas se complican.
Rivalidad entre dos de los aspirantes al corazón de Tracy: el ex marido y el periodista enamorado.
Durante un baño en la piscina, ese pequeño velero a escala del original trae para Tracy reminiscencias de un pasado feliz al lado de C.K.
Nuestro carismático amigo C.K. ideando estrategias para recuperar in extremis a su ex esposa.
Guapa, inteligente y con un indomable carácter, esa es Tracy. Eso sí, en estos momentos previos a su boda, tiene un importante "cacao mental".
SINOPSIS: Una joven de la alta sociedad de Filadelfia, en vísperas de celebrar su segundo matrimonio, se enfrenta al dilema de elegir casarse con su prometido, con un guapo periodista que cubre el evento para una revista del corazón o con su ex-marido que desea impedir esta boda con sibilinas estrategias porque aún la ama.
A mamá Margaret le dan la incomodante noticia de que a la boda de su hija piensa asistir, después de muchos años de ausencia, el papá de la novia.
Resulta evidente que Tracy se siente atraída por Macaulay. Sin embargo, ella ignora que él trabaja como periodista para una revista del corazón. A su vez nuestro entrañable amigo, presa de un súbito enamoramiento, ha olvidado para qué está en ese lugar.
Ese romance no planeado parece que marcha viento en popa.
Una situación bastante equívoca: el novio y el ex marido contemplan nada complacidos cómo su chica acaba de salir de la piscina en brazos del periodista.
Momento de intimidad al borde de la piscina.
Orgullo contra estrategia: un duelo incruento.
Dejándose aconsejar por la pequeña Dinah. Cualquier alianza viene bien.
Orgullosa y desafiante, la novia reprocha a su ex cualquier atisbo de celos; claro que los albornoces no ayudan a clarificar la situación.
Tierna imagen de dos enamorados a la luz de la luna. Pero ¿están realmente enamorados, o se trata en el fondo de una sutil maniobra de ella para molestar a C.K.? Podría ser.
Existen miradas que lo dicen todo... Que gane el mejor.
Último plano de la película: el novio oficial ha sido eclipsado y el conflicto finalmente se resuelve dando un vuelco.
COMENTARIO: Durante el periodo áureo de la comedia en Hollywood, a finales de los años treinta y primeros cuarenta, surgieron obras memorables de manos de realizadores como Howard Hawks, Leo McCarey y George Cukor, y de guionistas como Dudley Nichols, Charles Lederer, Ben Hecht o Donald Ogden Stewart. “LA FIERA DE MI NIÑA”, “LUNA NUEVA”, “LA PÍCARA PURITANA”, “VIVIR PARA GOZAR”, “HISTORIAS DE FILADELFIA” podrían servir como ejemplos, entre otros muchos, de cómo las políticas de producción en conjunción con el talento de aquellos artífices (directores, guionistas, intérpretes) dieron como resultado obras cargadas de inteligente agudeza vehiculada a través de puestas en escena deliciosamente perfectas en su forma, ritmo y medida. Producto de esta política hollywoodense, la Metro en este caso, es la que ahora nos ocupa, “HISTORIAS DE FILADELFIA”, en opinión del que suscribe, una de las mejores comedias salidas de Hollywood desde el advenimiento del sonoro.
Curiosamente, en ella volvía a jugarse la baza del eje argumental sobre el que pivotaba “LUNA NUEVA” (His Girl Friday), otra obra maestra del género rodada ese mismo año por Howard Hawks. Es decir, en ambos casos asistimos a las argucias y triquiñuelas de un individuo desenvuelto, vivaz y sin demasiadas ataduras morales, un ex marido que no muestra ningún arrepentimiento por sus errores e irresponsabilidades anteriores mientras trata de recuperar a su antigua esposa justo cuando ella se dispone a casarse de nuevo con otro hombre. El hecho de que sea Cary Grant quien incorpore estos personajes hace posible que nos dejemos seducir, “perdonemos” su –en ocasiones– sibilino proceder y hasta nos sintamos cómplices de él. Las dotes de Grant para la comedia y esa capacidad para penetrar en la psicología de sus personajes, sobre todo cuando actuaba bajo la dirección de grandes directores, hacía que todo resultara convincente y divertido. 
Bajo la perspicaz producción del gran Joseph L. Mankiewicz y la refinada maestría de Cukor controlando y manejando con precisión todos los mecanismos del excelente guión, “HISTORIAS DE FILADELFIA” es de pleno derecho un clásico inmarchitable que se eleva por encima de algunos peros que hoy podamos ponerle (un desenlace tal vez algo acomodaticio). La historia romántica a cuatro bandas que vertebra la película viene contextualizada y complementada por un pícaro fresco social que si bien respondía a la (alta) sociedad de aquel momento, es perfectamente equiparable con lo que parece no cambiar nunca (familia, clasismo social, convenciones y conveniencias, prensa del corazón y esas sutiles diferencias que distinguen el amor del matrimonio).
Nota: en 1955, Charles Walters realizó un colorista y musicalizado remake, “ALTA SOCIEDAD”, con Grace Kelly, Bing Crosby y Frank Sinatra. Muy agradable en todos sus apartados pero nada que aportar en cuanto a la brillantez del film que acabamos de comentar.