29 de noviembre de 2017

EL CID (El Cid)
(It-Esp-USA) Samuel Bronston / Dear Film, 1961. 188 min. Color. Super Technirama 70.
Pr: Samuel Bronston, Jaime Prades y Michael Waszynski. G: Fredric M. Frank y Philip Yordan. Ft: Robert Krasker y Manuel Berenguer. Mt: Robert Lawrence. DP y Vest: Veniero Colasanti y John Moore. Son: Jack Solomon. Dr 2ª Unidad: Yakima Canutt. Ms: Miklos Rozsa. Dr: Anthony Mann.
Int: Charlton Heston, Sophia Loren, Raf Vallone, Genevieve Page, John Fraser, Gary Raymond, Hurd Hartfield, Massimo Serato, Herbert Lom, Frank Thring, Michael Hordern, Douglas Wilmer, Tullio Carminati, Ralph Truman, Andrew Cruickshank, Gerard Tichy, Carlo Giustini, Fausto Tozzi, Christopher Rhodes, Virgilio Teixeira.
Este es Rodrigo Díaz de Vivar (Charlton Heston), noble caballero castellano incansable batallador al frente de su propia mesnada.
Vencido en batalla, el líder árabe Moutamin (Douglas Wilmer) jura lealtad a Rodrigo al que admira ("Qué gran vasallo si tuviera gran señor").
El Cid al abrigo y el calor del hogar.
La bella Jimena (Sophia Loren), enamorada de Rodrigo, siempre condenada a esperar el regreso del guerrero, ahora por fin lo tiene a su lado.
Don Diego (Michael Hordern), padre de Rodrigo, defiende el honor de su hijo frente a las acusaciones de traición de que es objeto en la Corte. En esta imagen le flanquean sus fieles amigos Bermúdez (Carlo Giustini) y Fáñez (Massimo Serato). 
En ese litigio, el Conde de Gormaz (Andrew Cruickshank), padre de Jimena, terminará enfrentándose a El Cid por un quítame allá ese orgullo. El enfrentamiento a espada causará la muerte del primero.
Sobre la tumba de su padre, Jimena, mujer escindida que ha jurado vengar su muerte, tendrá que aparcar por ahora el amor que profesa a Rodrigo.
Dos hermanos con una relación muy peculiar: Alfonso (John Fraser) y Urraca (Genevieve Page). Él, débil y ambicioso; ella, astuta, intrigante y manipuladora.
Urraca y Jimena, dos mujeres frente a frente.
Tras el asesinato de su hermano Sancho (Gary Raymond), Alfonso, respaldado por su hermana Urraca,  se convierte en rey de León, Galicia y Castilla.
Una exuberante Jimena, piensa ¿en qué? y sonríe.
La relación de Rodrigo y Jimena sufrirá el sabotaje de los acontecimientos que rodean a la pareja.
Un romántico remanso para los enamorados.
SINOPSIS: Las hazañas semilegendarias del guerrero español del siglo XI, que sirviera lealmente al rey Alfonso VI después de obligarle a jurar que no había tomado parte en el asesinato de su hermano Sancho. Casado con Jimena, luchó contra los árabes, conquistando finalmente la ciudad de Valencia.
Un suntuoso aposento para una dama sola. De nuevo la ausencia del guerrero.
Una vez más, Jimena. La belleza de Sophia Loren en todo su esplendor.
 En Santa Gadea, El Cid obliga al rey Alfonso a jurar sobre la Biblia que no tuvo nada que ver con la muerte de su hermano Sancho.
Esta regia humillación no le será perdonada a nuestro legendario héroe.
Una imagen muy medieval: a caballo y con lanza, el caballero se dispone a enfrentarse a su oponente en una justa. En este caso, a quién le corresponde el gobierno en disputa de la ciudad de Calahorra.
El casorio de Rodrigo con Jimena. Ella no está en la mejor disposición tras la muerte de su padre a manos del hombre con el que está contrayendo matrimonio.
Tras la ceremonia, lo cierto es que la noche de bodas no promete buenas vibraciones.
...o tal vez sí? En todo caso, se trata de una foto promocional.
Tras ser desterrado por el rey, Rodrigo y su esposa Jimena, ya reconciliados, pasan la noche en un pajar mientras hacen planes de futuro.
Es lo que tienen los hombres con un férreo código moral, que sacrifican su bienestar
y se ven obligados a abandonar el calor del hogar para dirimir batallas por causas
que creen justas.
Aquí tenemos a nuestro héroe reflexionando en lo alto de la almena.
Las huellas de mil batallas en el rostro de El Cid..
Regresando del campo de batalla para rendir cuentas.
El Cid -Campeador al frente de sus huestes dispuesto preparado para reconquistar la ciudad de Valencia gobernada por el moro Al-Qadir (Frank Thring).
Una flecha sarracena ha atravesado el pecho de El Cid. Su esposa y sus fieles amigos Bermúdez y Moutamin velan la agonía del héroe.
La legendaria última batalla del Cid Campeador. Ya muerto, es amarrado por sus generales a la grupa de su caballo Babieca para que galope al frente de las tropas infundiendo un miedo reverencial entre las huestes del enemigo que huye creyéndole inmortal.
COMENTARIO: Anthony Mann, tras ser despedido del rodaje de “ESPARTACO” (en la que no obstante se conservaron las escenas rodadas por él), fue contratado por Samuel Bronston, un quimérico productor independiente que por aquel tiempo quiso construir su propio Hollywood en España, para rodar en nuestro país “EL CID”, una ambiciosa superproducción de carácter histórico en torno a la figura legendaria de Rodrigo Díaz de Vivar.
Mann se acercó a este personaje como lo hacía con algunos héroes de sus westerns, con respeto y delicadeza y con ese afán de descubrirnos sus conflictos y dilemas que emanan de un código moral que no los hace libres; hombres que buscan el sosiego, el remanso del hogar, pero que se ven atrapados por las circunstancias y arrastrados a una vida itinerante marcada por la violencia ineludible. El resultado fue una narración épica cuyo diseño y estructura puede recordarnos a la de "CIMARRÓN" un bello y ambicioso western epopéyico rodado por Mann inmediatamente antes del film que ahora nos ocupa, con el que guarda numerosas concomitancias que en cierto modo unen a Rodrigo Díaz con el Yancey Cravat de aquella. A la vez, también es necesario destacar el paralelismo en trayectoria inversa de las mujeres que acompañan a Rodrigo y Yancey. Por ejemplo, mientras que Jimena, desde el resentimiento que generó en ella el considerarle responsable de la muerte de su padre, a medida que comprende las premisas morales de ese hombre, efectúa un gradual acercamiento a él. Sabra, por el contrario, es ese proceso de conocimiento el que –incapaz ella de asumir la quijotesca grandeza de su marido– la aleja de él hasta perderle.
Centrándonos en las virtudes de “EL CID”, ya desde el principio, en esa ejemplar secuencia que nos presenta a Rodrigo Díaz rescatando de entre las ruinas humeantes de una ermita un gran Cristo románico de madera y cargándolo sobre sus hombros, sabemos que ese hombre en su trayectoria está destinado a llevar el peso de una gran responsabilidad y arrostrar duras pruebas derivadas de su recto proceder (honor, lealtad, responsabilidad). Pocas veces hemos contemplado en una pantalla la descripción previa de un personaje de manera tan sabia, sintética y bella. Todo lo que veremos a continuación es la esplendorosa puesta en escena de un maestro que sin dejar de respetar algunas reglas inherentes al proyecto que no podía saltarse y partiendo de un guión soberbio con muchos mimbres hábilmente entrelazados, consiguió la que considero una película perfecta en su estructura, ejemplo de ritmo y brío narrativo, que combina equilibradamente espectacularidad y lirismo en esos hermosos remansos de los que podrían ser ejemplo las breves y siempre interrumpidas escenas íntimas entre Rodrigo y Jimena. Ninguna importancia tienen (para el que suscribe) algunos desajustes con la "Historia" porque, ¿a quién le importan esos detalles inútiles para el cine si el resultado es tan brillante?
En cuanto al espléndido reparto con el que cuenta la película, cabe destacar el retrato épico y a la vez cálidamente humano que de su personaje consigue Charlton Heston, así como la matizada composición de Genevieve Page como la intrigante e incestuosa Doña Urraca. Por cierto, una curiosidad para la Historia: el papel de Doña Jimena le fue ofrecido en principio a Sara Montiel (por aquellos días aún era la esposa de Anthony Mann) pero nuestra Saritísima finalmente rehusó participar en la película porque pretendía insensatamente que su nombre fuera por delante del de Charlton Heston. En fin, cosas.