23 de octubre de 2015

ESPARTACO (Spartacus)
(USA) Universal / Bryna, 1960. 183 min. Color. SuperTechnirama 70.
Pr Ej: Kirk Douglas. Pr: Edward Lewis. G: Dalton Trumbo, basado en la novela de Howard Fast. Ft: Russell Metty y Clifford Stine (ft adicional). Mt: Robert Lawrence & Irving Lerner. DP: Alexander Golitzen. DA: Eric Orbon. Vest: Vallés. Ms: Alex North. Títulos: Saul Bass. Dr: Stanley Kubrick.
Int: Kirk Douglas (Espartaco), Laurence Olivier (Marco Licinio Craso), Jean Simmons (Varinia), Charles Laughton (senador Graco), Peter Ustinov (Baciato), Tony Curtis (Antonino), John Gavin (Julio César), Nina Foch (Helena), Herbert Lom (Tigranes), John Ireland (Crixo), John Dall (Marco Publio Glabro), Charles McGraw (Marcello), Joanna Barnes (Claudia), Woody Strode (Draba), Harold J. Stone (David), Peter Brocco, Robert Wilke, Nick Dennis, John Hoyt, George Kennedy, Gordon Mitchell.
Nos encontramos por primera vez con Espartaco (Kirk Douglas) como esclavo levantisco
en unas canteras de Libia.
Hasta ese durísimo escenario llega Baciato (Peter Ustinov) en busca de "carne fresca"
para su escuela de gladiadores en Capua.
Una vez trasladado a su nuevo destino, Espartaco no parece estar muy feliz y el odio permanece
reflejado en su curtido rostro.
Sin embargo, en ese lugar a nuestro hombre parece dulcificársele el rostro cuando contempla a alguien que le hace sentirse un ser humano y soñar.
Ella es Varinia (Jean Simmons) y trabaja en ese lugar como aguadora y objeto sexual para algún aspirante a gladiador en día de asueto.
Marcello (Charles McGraw) es el maestro de gladiadores, un tipo duro y cruel.
Desde el primer momento, el enfrentamiento entre el insumiso Espartaco y Marcello era inevitable. Aquí le vemos maltrecho siendo sujetado por sus compañeros David (Harold J. Stone) y Draba (Woody Strode).
Marcello explica a sus alumnos las zonas del cuerpo susceptibles de recibir heridas en el combate y Espartaco es el "maniquí" sobre el que se señala la diferente gravedad de cada una.
El influyente y ambicioso Marco Licinio Craso (Laurence Olivier), camino de Roma, pasa por la escuela de gladiadores y se detiene para refrescarse y disfrutar de un combate de exhibición.
El contrariado Baciato se ve obligado a complacer a sus invitados entre los que se encuentra Helena (Nina Foch), la hermana de Craso, y Claudia (Joanna Barnes), esposa del general Glabro.
En la arena, Draba y Espartaco deben enfrentarse a muerte para divertir a los de la tribuna.
Obligados a luchar, Draba parece tener una cierta ventaja sobre su compañero de infortunio.
Una vez vencido Espartaco, debe matarlo. Pero Draba, en el último momento, se vuelve contra sus desalmados espectadores, recibiendo por ello un lanzazo en la espalda y siendo rematado por Craso que le descabella cruelmente.
La muerte de Draba enciende la mecha que finalmente hará explotar la situación. En un momento dado, Espartaco se rebela y mata a Marcello, ahogándolo en la bazofia que servían como comida en ese lugar.
SINOPSIS: Hacia el año 75 antes de Cristo, un irreductible esclavo tracio llamado Espartaco es vendido a una escuela de gladiadores donde es adiestrado para combatir en la arena de los circos roma­nos. Allí conoce a una bella esclava, Varinia, de la que se enamora. Pero, finalmente, el trato inhumano que se da a estos hombres provoca una rebelión encabezada por el tracio que irá liberando compañeros de infortunio allí por donde pasa. Habiendo reunido un verdadero ejér­cito de gladiadores y esclavos liberados, se enfrentará a las tropas romanas de Claudio Glabro obteniendo una aplastante victoria. Roma no puede permitir esto y encomienda al inteligente y ambicioso Marco Licinio Craso la misión de sofocar la rebelión a cualquier precio.
En su revuelta, Espartaco va liberando a muchos esclavos y acaba formando un pequeño pero motivado ejército que obtiene algunas victorias.
La noticia de la rebelión de los esclavos capitaneados por Espartaco, llega hasta el Senado en Roma. Aquí, vemos al senador Graco (Charles Laughton), adversario político de Craso, en el uso de la palabra. Detrás de él aparece el joven Julio César (John Gavin).
Craso encaja las puyas del punzante Graco y se compromete a aplastar la revuelta.
Craso toma a su servicio al esclavo Antonino (Tony Curtis), un hombre culto y de aspecto muy agradable.
Enseguida intuimos la vertiente homosexual de Craso y su atracción por Antonino.
Las inequívocas insinuaciones de Craso empujan a Antonino a tomar una decisión: huir de ese lugar para preservar un mínimo de dignidad en su persona.
Craso, que le da a todo, cuanta ahora con un trofeo exquisito como es Varinia, la esposa de Espartaco, a lka que intenta instrumentalizar.
Un intercambio de opiniones entre Craso y Julio César con la probable intención del primero de pulsar al otro y averiguar su postura. La terma es un lugar muy discreto y propicio a la relajación.
Un estimulante baño para Varinia en un recodo del río.
Pose promocional, acaramelada y romántica, para vender mejor la película.
Para Craso, acabar con los avances del ejército de Espartaco, no solo es un reto, sino
una necesidad política.
Un momento dramático: la derrota de Espartaco y su apresamiento.
COMENTARIO: Kubrick llegó a esta película tras la marcha de Anthony Mann que fue retirado del proyecto (por una injustificada desconfianza de los productores con Douglas a la cabeza) cuando ya había rodado toda la secuencia inicial de las canteras (conservada íntegra en el montaje) y buena parte de los planos que describían la vida y el en­trenamiento de los futuros gladiadores en la escuela de Baciato. Curiosamente, a continuación Mann fue contratado por Samuel Bronston para dirigir dos películas mastodónticas, con excelentes resultados artísticos.
Planeado y diseñado como un gran espectáculo de recreación histórica, sin duda animado en aquellos momentos por el reciente éxito de “BEN HUR” y los ya anunciados preparativos de “CLEOPATRA” (Samuel Bronston, afincado en España, ya se había subido a la cuádriga con “REY DE REYES” y “EL CID” y a continuación produciría “LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO”), “ESPARTACO” resulta un film modélico y meritorio, teniendo en cuenta los condicionamientos que marcan de salida a una gran super­producción (muchos millones invertidos, grandes estrellas, batallas, espectacularidad, rentabilidad).
En primer lugar, nos encontramos con un guión mesuradamente audaz en su clara intencionalidad mensajística social y política. Su autor, el perseguido Dalton Trumbo (que se vio forzado a escribirlo con el seudó­nimo Sam Jackson hasta que Charles Laughton y Peter Ustinov, se enteraron y lo dijeron a la prensa, obligando con ello a que su nombre figurara en los títulos de crédito), partió del incendiario contenido de la novela de otro blacklisted, Howard Fast, y lo hizo sin olvidar que debía constituir el sólido armazón para una película de las llamadas “populares”, es decir, las destinadas a llegar al mayor número posible de gentes. En otras palabras, obligado a circular por los cauces establecidos, supo modificar sutilmente su decurso y anchura en beneficio de los propósitos de la película. Así, el incisivo guión de Trumbo, en su desarrollo, se sirve de la desesperada aventura de Espartaco como lupa dinámica para ofrecernos una precisa observación de las costumbres de aquella Roma ensimismada en su incuestionado poder donde la corrupción de las clases privilegiadas y la extrema y desalmada explotación del hombre por el hombre serían el germen y desencadenante del estallido liberador. 
La articulación de ese discurso y su integración se consigue sin renunciar a la complejidad de los personajes ni reducirlos a meros representantes de ideas. Todos, cada uno con su postura y sus contradicciones, no pierden entidad humana, son de carne y hueso y -a partir de la rebelión de los esclavos liderados por Espartaco- algunos adquieren una importancia considerable como es el caso del senador Graco y sobre todos ellos, Craso, el más complejo y a la vez el más lúcido sobre la trascendencia y posibles consecuencias de lo que está ocurriendo y por lo tanto el que sabe mover la situación adecuadamente. Aparece también otra figura destacable, la de un joven Julio César retratado aquí como un personaje de una evasiva ambigüedad, de discreto pragmatismo en espera de su oportunidad. 
En segundo lugar, cuando se estrenó la película, fue una sorpresa para todos la capacidad de Kubrick (con un escaso bagaje a sus espaldas) para controlar los distintos aspectos de la puesta en escena, que devino magistral en todos los apartados. Ahora, cincuenta y cinco años después de su realización, gracias al blu-ray, podemos comprobar en las mejores condiciones que el paso del tiempo no ha hecho mella en “ESPARTACO”, permaneciendo como una gran película, veraz y comprometida, que supo sortear con habilidad los tópicos, limitaciones, vicios y exigencias industriales de aquellos momentos, haciéndonos llegar la esencia de sus reflexiones con nitidez y consiguiente eficacia.
Como elemento integrante en el capítulo de aciertos, es obligado destacar también una soberbia y medida dirección de actores pese a las dificultades que suponemos tuvo el director a la hora de frenar divismos en un reparto lleno de estrellas con diferenciados estilos interpretativos. Por ejemplo, consiguió arrancar de Laurence Olivier un trabajo muy rico en matices, sutil y calibrado, y del muy implicado Kirk Douglas (actor propenso al histrionismo) una memorable composición.
Sin embargo, pese a que lo conseguido fue un espectáculo adulto, cuya fuerza, belleza y efectividad es incuestionable, Kubrick se quejó en su día de no haber tenido la suficiente libertad para hacer lo que él hubiera querido. Bueno.